El otro día vi "El buen pastor" la segunda película dirigida por Robert de Niro. Casi tres horas de metraje en las que De Niro nos cuenta la historia de la CIA, desde sus inicios en el contraespionaje durante la Segunda Guerra Mundial hasta el pleno apogeo de la Agencia de Inteligencia durante la Guerra Fría. De Niro ha trabajado con los más grandes (Coppola, Scorsese, Bertolucci...). Hubiera sido un buen filme para Coppola y Scorsese. El primero le hubiera dado un aire de tragedia operística y podría haberse convertido en su mejor película después de "El padrino", y quizás el segundo un ritmo y montaje endiablado que le hubiera proporcionado a la película un visionado más ameno. Pero el actor italoamericano le otorga a la película una cadencia y sobriedad más cercanas al cine de Clint Eastwood. Y yo, como siento una confesada admiración por este último, no me cuesta afirmar que "El buen pastor" roza en muchos momentos la obra maestra. Si señores, obra maestra, habeís leído bien. Tiene un plantel de actores inmejorable, una puesta en escena excelentes y un buen guión. ¿Qué se le puede pedir más? Bueno, quizás algo más de corazón y alma, ya que el análisis expuesto por De Niro sobre la creación de la CIA, quizás sea excesivamente frío y hermético (como el personaje interpretado por Matt Damon), y largo (sobra media hora de película). Robert de Niro, perdido desde hace años en el limbo de los productos mediocres y de consumo rápido, nos demuestra que como director tiene mucho que contar y ofrecernos. Ya apuntaba maneras con "Una historia del Bronx" (su primera película), y ahora confirma lo que todos sospechabamos con "El buen pastor". El De Niro del siglo XXI se revela como mejor director que actor. Y esperemos que para la próxima película no vuelva a tirarse 13 años, que ha sido el tiempo transcurrido entre su primera y segunda película.
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